La Revolución de Febrero de 1939

MURIO LEGENDARIO GENERAL RIZO PATRON

La revolución de los espiritistas

CUANDO un viejo general muere es sepultado con todos los honores, sobre todo si su carrera ha sido brillante y en su pecho ha lucido la Orden del Sol por acto heroico. Un destacamento de tropa comandado por un general en actividad, del cuerpo al que perteneció, le rinde los honores en el cementerio y sus restos son bajados a la tumba mientras la banda de músicos ejecuta los toques de “Llamada de Honor” y “Marcha Fúnebre” y una salva de 15 cañonazos es lanzada al aire. Sin embargo, todos estos honores le fueron negados al general Luis Rizo Patrón Lembcke.

Ni el Ministerio del Interior, ni la Dirección General de la Policía Nacional publicaron en los diarios el consabido aviso de defunción. Por eso es que muy pocos se han enterado que el 31 de octubre del año pasado murió el oficial de policía que hace cincuenta años frustró las aspiraciones de Víctor Raúl Haya de la Torre, de entrar a Palacio de Gobierno por el camino de un cuartelazo.

El golpe del general Antonio Rodríguez Ramírez, Ministro de Gobierno del presidente Oscar R. Benavides, acabó trágicamente a las pocas horas de haberse puesto en marcha, el 19 de febrero de 1939, cuando en el Patio de Honor de Palacio de Gobierno se escucharon las últimas notas de la Marcha de Banderas. La metralla de un mosquetón partió prácticamente en dos al militar insurrecto y acabó con los frágiles sueños presidenciales del impaciente jefe del partido aprista.

Haya creía que esa vez sí había llegado su oportunidad. Atrás quedaban las fracasadas intentonas del coronel García Godos en 1931; del comandante Jiménez; en 1933, y del comandante Guerrero en 1937. Por primera vez tenía al general dispuesto a abrirle las puertas de Palacio de Gobierno. Y a pesar de que el Apra sólo aportaba al complot a dos comandantes (Gerardo Huerta Mercado, del Ejército, y José Estremadoyro, de la Aviación), mientras la Unión Revolucionaria contaba con el general Cirilo Ortega y el coronel Gerardo Dianderas, por el Ejército; los comandantes Pablo Ontaneda y Enrique Elías Céspedes, por la Marina; el comandante Felipe González Roca, por la Republicana y los comandantes Cáceres Valdivia y Salazar por la Guardia Civil, Haya confiaba en un arma secreta: los espíritus. Más concretamente, el espíritu de su más encarnizado enemigo, el ex presidente Luis M. Sánchez Cerro, asesinado seis años antes por un aprista.

La revolución de los espiritistas

Luis Alberto Sánchez ha escrito que no pocos conductores políticos “han sido algo supersticiosos y han creído en la fuerza de los astros”. Y cita como ejemplos a Hitler y Napoleón antes de anotar: “Haya de la Torre creía en la astrología y también en el oculto mundo del más allá”.

El espiritismo había sido introducido en el Perú en 1916 por la Sociedad de Psicología Experimental que funcionaba en una vieja casona de la calle Zárate. Más tarde surgieron otros centros espiritistas. Durante la primavera que siguió al ascenso al poder del general Benavides, Haya comenzó a concurrir a las sesiones de espiritismo que convocaba el Centro Esotérico Nacional, que dirigía Augusto Benavides Canseco. Allí conoció a Manuel Cenzano, un empresario minero huancavelicano que fungía de médium, y a César Atala, un joven de ascendencia libanesa, también huancavelicano (Conquistados por Haya, ambos engrosarían las filas del Apra). A su vez, Cenzano era amigo del general Antonio Rodríguez. Ya había terminado la corta primavera del gabinete de “Paz y Concordia” y el Ministro de Gobierno mataba el tiempo que le dejaba libre la persecución de apristas, invocando a los espíritus. Haya estaba oculto en “Incahuasi”, una casa de la segunda cuadra de la calle Carlos Arrieta, muy cerca de la Quebrada de Armendáriz.

Rodríguez, un militar “de pocas luces”

1939 era el último año de gobierno de Benavides, pues por mandato del Congreso Constituyente del 36 debía realizarse elecciones generales. Haya complotaba porque no creía en la sinceridad de Benavides y al general Rodríguez, un militar “de pocas luces” como lo califica Sánchez, se le había despertado la ambición presidencial. El encuentro entre ambos era inevitable. “Al comenzar 1931 Rodríguez era un convencido de que el destino ordenaba al Perú volver a la democracia y empezó a sospechar que el Apra podía ser el mejor instrumento para tal transformación”, dice Sánchez.

¿Cómo pudo producirse tal conversión? Compadre de Sánchez Cerro, éste lo hizo Jefe de su Casa Militar cuando llegó a Palacio tras derrocar a Leguía en agosto de 1930; cuando en diciembre de 1931 Sánchez Cerro volvió a Palacio, esta vez ungido presidente de la República con el voto popular, derrotando a Haya de la Torre, Rodríguez volvió a su puesto de Jefe de la Casa Militar, esta vez con el rango de coronel. En marzo de 1931, cuando el joven aprista José Melgar Márquez atenta contra Sánchez Cerro en el interior de la Iglesia de Miraflores, una de las balas impacta en una pierna a Rodríguez, provocándole una lesión permanente. En adelante sus enemigos -los apristas entre ellos- lo llamarían “el cojo Rodríguez”. El 30 de abril del año siguiente Rodríguez iba en el Hispano-Suizo descubierto que llevaba a Sánchez Cerro de regreso a Palacio tras haber pasado revista a los conscriptos que iban a luchar contra Colombia. Las balas homicidas del aprista Mendoza Leyva respetaron la vida de Rodríguez, quien ya ostentaba el grado de General. Designado presidente por el Congreso, el general Benavides incluyó a Rodríguez en su gabinete como Ministro de Gobierno.

El médium Cenzano y el “turco” Atala

Hasta el primer encuentro con Haya de la Torre, en casa del “turco” Atala, nadie podía imaginar que Rodríguez terminaría de instrumento del jefe del partido que había asesinado a su compadre y a él lo había dejado baldado. Pero hay versiones que sostienen que en esta conversión de Rodríguez mucho- tuvo que ver Cenzano, quien hizo creer al general- “de pocas luces”, como dice Sánchez que desde el más allá Sánchez Cerro le pedía que se uniera al Apra para salvar al Perú de la dictadura de Benavides. Hubo tres reuniones en diversos sitios, en las que Haya, Rodríguez y Cenzano se encerraban por largas horas, intercambiando mensajes con el más allá. Haya le pidió a Rodríguez pruebas de su sinceridad. Y éste le enumeró todos los escondites donde había estado, con fechas precisas, así como con quiénes se reunía Haya, sin que en ningún momento hubiese sido molestado por la policía secreta gracias, precisamente, a que Rodríguez no había dado órdenes para detenerlo. Entonces, Haya le ofreció el apoyo de la “masa aprista” a cambio de que Rodríguez convocara en el más breve tiempo comicios generales, bajo el patrocinio de un gabinete ministerial que sería conformado al gusto del líder aprista.

Pero Rodríguez no complotaba sólo con los apristas. También lo hacía con dirigentes de la Unión Revolucionaria, el partido que había creado Sánchez Cerro, que estaba en manos, en esos momentos, de Luis A. Flores. ¿Sabía esto Haya? ¿Tenía Rodríguez intención de cumplir su compromiso con el Apra, traicionando a los urristas? Todo queda en el misterio. Rodríguez no quería derramamiento de sangre y planeó aprovechar que Benavides pasaba todos los años los Carnavales a bordo de una unidad de la Escuadra, para apresarlo en alta mar y enviarlo al exilio. La fecha escogida fue el domingo 19 de febrero, primer día de Carnaval.

¡Carnaval! ¡Carnaval!

El sábado 18 por la tarde, Rodríguez acompañó a Benavides hasta que se embarcó en el transporte “Rímac” con una comitiva numerosa, entre la que se contaba el contralmirante Roque Saldías, Ministro de Marina. A la medianoche; Rodríguez se reunió con los complotados en el local del Servicio Geográfico Militar, para dar los últimos toques al plan. Pero los revoltosos no habían contado con el mayor Luis Rizo Patrón Lembcke, jefe del temible Escuadrón de Asalto.

El “loco” Rizo Patrón

Luis Rizo Patrón Lembcke nació en Lima en 1901. Hizo sus estudios en la Escuela de Oficiales de la Escuela Militar de Chorrillos y el presidente Leguía lo seleccionó, con otros oficiales del Ejército, para que completara sus estudios en la Escuela Militar de Saint Cyr, en Francia. A su regreso, fue instructor de las armas de Infantería e Ingeniería del Ejército, hasta 1932 en que es incorporado a la Guardia Civil como instructor, con el grado de Teniente. Ascendido a Capitán, recibe el encargo de formar un cuerpo de élite para tareas antisubversivas y nace así el Escuadrón Autónomo de Asalto, al que Rizo Patrón le imparte una instrucción prusiana. Enérgico, de mirada penetrante, era un hombre al que le gustaba que lo llamasen con respeto, con su nombre y apellidos completos. Elegante en el vestir cuando estaba de franco, sus compañeros lo llamaban “el Príncipe de Gales”. Otros, que alguna vez habían sufrido los rigores de su autoridad, decían de él, por lo bajo, “ahí está el loco Rizo Patrón”.

La cosa no es sólo tomar Palacio

Tal vez el general Rodríguez creyó que bastaba con tomar Palacio de Gobierno para hacer triunfar un golpe de Estado. Al filo de la madrugada del domingo 19, Rodríguez y algunos de los complotados ingresaron a Palacio sin encontrar oposición. Mandó tomar posiciones a las fuerzas policiales que dependían de su ministerio, algunas de las cuales fueron sacadas de sus cuarteles sin conocimiento de sus jefes. Luego envió piquetes para que tomaran Radio Nacional y otras emisoras y envió con mensajeros su proclama revolucionaria a los periódicos. Se comunicó con algunos cuarteles del Ejército; al parecer, no encontró respuesta. Cuando clareaba el día, se notaba que ninguna emisora había transmitido su proclama y las “masas apristas” prometidas por Haya brillaban por su ausencia en la Plaza de Armas.

El capitán Alejandro Ismodes Romero, Comandante de la Compañía de Ametralladoras de Palacio de Gobierno, estaba durmiendo cuando a las cuatro de la mañana lo llamó el alférez Jovino Pita Jave, con quien no pudo comunicarse porque la comunicación fue cortada abruptamente. Ismodes Romero llegó a Palacio y se encontró con el general Rodríguez, que daba órdenes por teléfono a otras unidades policiales. Poco después llegó también a Palacio el mayor Rizo Patrón, echando chispas porque el coronel Zapata había sacado a sus tropas del cuartel sin su autorización. En el Gran Patio del Palacio, construido por el arquitecto Ricardo de Jaxa Malachowski e inaugurado apenas un año atrás, estaban formadas las tropas de Asalto y la Guardia Republicana mientras el regimiento de Caballería de la Guardia Civil resguardaba Palacio por la calle Pescadería.

Trágica marcha de Banderas

Fue entonces en que Rizo Patrón e Ismodes se pusieron de acuerdo: a las ocho de la mañana debe bajar el general Rodríguez con el general Ortega para presenciar el izamiento del Pabellón Nacional. Al tocarse la última nota de la Marcha de Banderas, Ismodes daría la orden a su batallón de ametralladoras de disparar ráfagas hacia el aire y, simultáneamente, Rizo Patrón neutralizaría a los revoltosos. A las ocho y cinco de la mañana, mientras las ametralladoras tableteaban desde el techo, Rizo Patrón se acercó al general Rodríguez y su grupo y les intimó su rendición. Rodríguez reaccionó gritándole que era un traidor y un canalla. Rizo Patrón levantó su mosquetón y con una sola ráfaga abatió al cabecilla de la revuelta, También murieron un alférez y un guardia del propio Escuadrón de Asalto. Y hubo numerosos heridos.

Así terminó también uno de los sueños presidenciales de Haya de la Torre. Rizo Patrón fue ascendido a la clase de Teniente Coronel por Acción Distinguida y Servicios Eminentes a la Patria, recibió la condecoración de la Orden del Sol y, ese mismo año, fue enviado en misión a Europa donde estuvo todo el tiempo que duró la Segunda Guerra Mundial, como adjunto a las legaciones de Roma, Berlín y Madrid. En 1944 obtuvo el grado de Coronel, en 1957 a General y en 1961 pasó al retiro cuando estaba apto para ascender a la clase de Teniente General.

El general Rizo Patrón nunca se desligó definitivamente de su institución. En los sangrientos episodios del 5 de febrero de 1975 en Lima, se dirigió a los altos mandos de la Guardia Civil y los exhortó para que depusieran su actitud y reasumieran sus funciones en bien de la tranquilidad pública. Lo que más lo afectó fue el maltrato dado por este gobierno a la Guardia Civil y la farsa de la Policía Nacional. El 5 de setiembre del año pasado sufrió un derrame cerebral a la edad de 87 años, en su domicilio. Después de una larga agonía, murió el 31 de octubre. El gobierno aprista le negó los honores a los que tenía derecho por mandato constitucional.

Óscar Raimundo Benavides Larrea

Nació en Lima, el 15 de marzo de 1876 y ocupó el cargo de presidente en dos ocasiones. Fue hijo de Miguel Benavides y Gallegos, Sargento Mayor de la Guardia Nacional, natural de Lima; y de Erfilia Larrea, natural de Chincha.

Cursó estudios en el Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe, y en la Escuela Militar de en Lima, y en 1894 ingresó a la brigada de artillería del Dos de Mayo. En 1902 fue ascendido al grado de Capitán y en 1906, a la edad de 30 años, se graduó de Sargento Mayor con las más altas calificaciones. Para que completara su formación militar, el gobierno lo envió a Francia donde la República Francesa lo distinguió con la Cruz de la Legión de Honor.

Campaña del Caquetá

Tras regresar al Perú en diciembre de 1910, Benavides fue designado comandante del Batallón de Infantería No. 9 acantonado en Chiclayo. En febrero de 1911 el gobierno ordenó a Benavides que condujera el Batallón No. 9 a la frontera nororiental con Colombia en la Amazonia peruana. Colombia había establecido un puesto fortificado en La Pedrera, en la orilla meridional del río Caquetá que, de acuerdo con el Tratado Porras-Tanco Argáez de 1909 estaba dentro del territorio peruano.

El Batallón No. 9 hubo de viajar más de 2 000 kilómetros atravesando tramos sin caminos de la cordillera de los Andes en Cajamarca y Chachapoyas hasta llegar a la selva amazónica. En Balsapuerto, en las cabeceras del río Huallaga, la expedición preparó balsas y obtuvo canoas y navegó aguas abajo hasta Yurimaguas, sobre el río Huallaga, de donde prosiguió por embarcaciones hasta Iquitos, sobre el río Amazonas. La expedición fluvial, que consistía de un flotador y de cuatro embarcaciones zarpó de Iquitos el 29 de junio de 1911, a los cuatro meses de la partida de Chiclayo.

El 10 de julio estaba frente a La Pedrera con las banderas tremolando. Luego de un cambio de notas con las que el comandante colombiano se negó a abandonar la posición, el comandante Benavides inició el ataque. El triunfo fue completo para las fuerzas peruanas. Pero, el 24 de julio, para su desmayo, el comandante Benavides fue informado de que los gobiernos del Perú y Colombia habían suscrito un tratado por el que las fuerzas peruanas debían abandonar el Caquetá y replegar al río Putumayo.

Aun en La Pedrera, el 28 de julio de 1911 las fuerzas peruanas celebraran las Fiestas Patrias del día de la Independencia; pero carecían de equipamientos para protegerse del clima y de las enfermedades infecciosas endémicas en la región. El 29 de julio las tropas fueron atacadas por una violenta epidemia de fiebre amarilla y de beriberi. Careciendo de medicinas, las tropas fueron cruelmente diezmadas.

El 4 de agosto el comandante Benavides volvió a Iquitos. Fue ascendido al grado de Coronel de Infantería. El gobierno envió a Benavides a Europa para que recibiera tratamiento contra el beriberi. Cuando regresó el 8 de abril de 1912, fue recibido como un héroe nacional y en su honor se organizó una parada militar en Lima a lo largo del Jirón de la Unión hasta la Plaza de Armas.

Fue en esta ocasión cuando Benavides conoció a su prima lejana Francisca Benavides Diez Canseco, con quien se casó algunos meses más tarde. Benavides fue nombrado Comandante General de la Tercera Región, en Arequipa y en noviembre de 1913 fue designado Jefe del Estado Mayor del Ejército, con sede en Lima.

Primer Gobierno

En 1913, el Presidente Guillermo Billinghurst enfretaba una gran oposición y amenazaba con armar al pueblo para enfrentar a sus opositores. Ante esta situación, el 4 de febrero de 1914, el Ejército bajo el comando de Benavides, depuso a Billinghurst y lo exilió a Chile, donde murió al año siguiente.

Benavides fue nombrado presidente provisional por el Congreso Nacional. Durante los dieciocho meses de su gobierno Benavides restauró el orden y la estabilidad política. Benavides llamó a elecciones, donde salió elegido nuevamente José Pardo, el cual fue investido el 18 de agosto de 1915.

Primera Guerra Mundial

El presidente Pardo envió a Benavides a París (1916) como observador de la Primera Guerra Mundial y como tal fue testigo de la batalla de Verdún. Posteriormente (1917), Pardo lo nombró Embajador Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en Italia. El 4 de julio de 1919 Augusto B. Leguía devino presidente de la República como resultado de un golpe de estado contra Pardo. En diciembre de 1920 Benavides renunció a su puesto en Roma y regresó a Lima.

Leguía temía que Benavides organizara una revuelta y el 3 de mayo de 1921 lo hizo arrestar. Benavides y veinticinco otros ciudadanos fueron hechos prisioneros y embarcados en el vapor “Paita” con destino a Sydney, Australia. Un motín comandado por Benavides capturó al capitán del barco y a sus oficiales y cambió la ruta hacia Costa Rica. Desde Costa Rica Benavides se trasladó a Panamá y luego a Guayaquil (Ecuador) donde restableció contactos con los elementos opositores a Leguía. En noviembre de 1927 se trasladó a Francia.

Embajador en Europa

El 22 de agosto de 1930 el teniente coronel Luis M. Sánchez Cerro inició una revolución en Arequipa y Leguía se vio forzado a renunciar a la presidencia. Sánchez Cerro fue investido como Presidente Provisional. El 3 de octubre Benavides fue nombrado Embajador Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en España y, en 1932, en Inglaterra.

Más tarde, el gobierno llamó a Benavides y lo nombró General en Jefe del Consejo Nacional de Defensa (27 de marzo de 1932) encargado de las fuerzas peruanas en vista de un renovado conflicto armado con Colombia. El 31 de marzo Benavides fue promovido al grado de General de División.

Segundo Gobierno

En 1933, luego del asesinato del General Luis Miguel Sánchez Cerro, el congreso le entregó la presidencia por segunda vez, hasta que concluyera el mandato de su preedecesor. Benavides suscribió la nueva Constitución del Perú que reemplazó a la de 1920, en vigencia desde la administración de Augusto B. Leguía. La Constitución de 1933 mantuvo vigor hasta 1979.

En 1936, Benavides convoca a elecciones, en las cuales salió ganador Luis Antonio Eguiguren, pero el general las anula, acusando a Eguiguren de haber hecho un acuerdo con los apristas, los que estaban prohibidos por ley. Así, Benavides decide continuar en el mando, estableciendo un gobierno duro con el lema "Orden, Paz y Trabajo", entonces modificó la Constitución otorgando plenos poderes al ejecutivo, prescindiendo totalmente del Congreso.

En su segundo gobierno, tuvo como prioridad dar fin al conflicto con Colombia. En esa época, el país comienza a entrar a un período de prosperidad debido a las exportaciones agrícolas y se construye el tramo peruano de la Carretera Panamericana.

Benavides continúa en el poder hasta 1939, cuando convoca a nuevas elecciones, que fueron ganadas por Manuel Prado Ugarteche. El 19 de diciembre Prado honró a Benavides con el título de Mariscal.

Cuando abandona el poder viaja a España y posteriormente a Argentina, donde ejerce el cargo de embajador del Perú, más tarde regresa a Lima donde muere el 2 de julio de 1945.

FUENTE:

FONDO EDITORIAL PERIODISTICA OIGA

LA TERCERA


FONDO EDITORIAL REVISTA OIGA

FONDO EDITORIAL REVISTA OIGA

domingo, 11 de marzo de 2012

30/04/1933

SESIÓN EXTRAORDINARIA DEL 30 DE ABRIL DE 1933
PRESIDIDA POR EL DOCTOR CLEMENTE J. REVILLA

SUMARIO:

OFICIOS : Tres del Consejo de Ministros

MOCIÓN : De los señores Alva, Calmel del Solar y otros.

ORDEN DEL DÍA

Se aprobó la propuesta del Consejo de Ministros para declarar en estado de sitio la República.

Igualmente, se aprobó la moción por la cual se condena el atentado cometido en la persona del señor Presidente de la República; se declara duelo nacional los días 1, 2 y 3 de mayo, y se declara que el general de brigada, don Luis M. Sánchez Cerro, ha merecido bien de la patria y comprometido la gratitud nacional.

Se eligió Presidente Constitucional de la República, para terminar el periodo inaugurado el año 1931, al señor general de división, don Óscar R. Benavides.
Se designó la Comisión de Anuncio.

Se levantó la sesión.

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